Melodía de luna (Moon melody)

El cuerpo de la mujer se asemeja al de un violín cuando le canta a la luna y le cuenta sus penas a la noche. (The resemblance between a woman’s body and a violin when she sings to the moon and share her agonies with the night)


Su figura emerge en la penumbra como una vibración invisible que resuena con la misma intensidad que las cuerdas de un violín cuando se acarician suavemente con el arco. La mujer no solo canta; su cuerpo entero es la canción. Cada curva, cada pliegue de su piel es una nota suspendida en el aire, esperando a ser liberada hacia el firmamento. La melodía fluye de su ser con la misma naturalidad con la que la noche despliega su manto estrellado.
Frente a ella, la luna guarda silencio, atenta a esa canción que no necesita palabras. Las penas de la mujer se despliegan en el aire como una sinfonía melancólica, alcanzando a la luna en una conexión que parece trascender el tiempo. La luz lunar, suave y constante, se posa sobre ella como un consuelo silencioso, iluminando su piel con una ternura que solo la noche puede ofrecer.
Bajo sus pies, el agua refleja no solo su imagen, sino también la esencia de un violín oculto bajo la superficie. Ese reflejo es una extensión de ella misma, un eco visual de la música que emana de su interior. En esta quietud, todo vibra al unísono: la mujer, la luna, el agua y la música no escuchada, formando una sinfonía que trasciende el sonido y que solo el corazón puede percibir plenamente.
Aquí, la mujer y la luna están conectadas por algo más profundo que las palabras: un lenguaje de notas invisibles, de emociones que fluyen como la corriente de un río tranquilo. Es un concierto íntimo, una melodía que pertenece solo a ellas y a la noche eterna.